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domingo, 19 mayo, 2024

Testimonio de sobreviviente de cáncer: Esta travesía se enfrenta con valor y entereza

Elvira de Perozo tenía 39 años cuando le dieron el diagnóstico. Siete años después cuenta las experiencias vividas durante la enfermedad y cómo el apoyo de su familia fue fundamental para superar el miedo que sintió luego de que un médico le advirtió: “Tu vida va a cambiar”

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Juan DíazPrograma de Formación Nuevos Periodistas

Fue en un chequeo ginecológico de rutina cuando le dijeron que tenía un crecimiento anormal en el seno derecho. Al principio parecía algo de escasa gravedad, no sentía dolor, ni tampoco molestias en su cuerpo. Siempre había sido una mujer muy activa, por eso supuso que sería cuestión de recibir algún tratamiento para sanar y volver a su rutina diaria.

A Elvira de Perozo, le indicaron que se hiciera una mamografía, pero aun así no tenía miedo. Visitó a otros especialistas que pedían más exámenes, pero nunca entró en pánico. Fue al conversar con un médico cubano cuando escuchó las palabras que iniciaron una temporada de temor en su vida: “Tu vida va a cambiar.” Corría el año 2012.

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¿Cambiar? ¿Cómo?, eran las preguntas que se hacía. La atemorizante cara de la enfermedad se asomaba entre las páginas de los informes médicos y se reflejaba en el rostro de los profesionales que la atendían. Elvira no terminaba de entender qué pasaba.

Caminar sobre arena movediza

En el Hospital Clínico Universitario de la UCV le aguardaban peores noticias. No solo estaba comprometido un seno, también tenía tumores en el útero. Fue remitida al oncólogo. Ya el peso de la adversidad era imposible de esquivar. “Sentía que caminaba sobre arena movediza”, recuerda al conversar con El Pitazo, a través de una videollamada.

El médico del Hospital de la UCV la refirió a un psicólogo: otro especialista que podría ayudarla en la dura batalla que tendría que afrontar enseguida. Vinieron más y más exámenes; también se detectaron tumores en las axilas. Los médicos tuvieron que discutir qué parte iban a quitar, dónde operarían primero.

Finalmente tomaron la decisión. La prioridad era operar el útero: una histerectomía. El bisturí reveló más detalles sobre la lucha que se libraba en el cuerpo de Elvira: también tenía tumores en un ovario. Los médicos no tenían más opción que remover el útero completo y el ovario, ya que la cantidad de tejido comprometido era mayor del esperado.

El útero pesaba más de un kilo, cuando lo normal es un peso estimado de 60 gramos. Aun así, no tenía síntomas visibles de enfermedad, tales como un vientre abultado o dolores menstruales: el mal anidaba adentro.

Más operaciones, más cortes, más inyecciones y un interminable periplo por las salas de los hospitales se convirtieron en su día a día. Soportó el calvario del paciente de cáncer. Ella, que de niña temía a los odontólogos. “Fueron años difíciles”, comenta.

Un tumor también creció en su vagina y tuvo que ser operado. Los médicos reconstruyeron la zona íntima de Elvira para garantizarle una vida normal, luego de la cirugía. Le extrajeron las muelas, porque tenía tumores en las encías. “Pero nunca me quitaron la sonrisa”, afirma.

La última operación fue en 2019. Desde entonces la enfermedad no ha reaparecido. Los chequeos para ella son obligatorios, al menos por los próximos 12 años. La enfermedad le dejó algunas secuelas, como la artrosis, pero nada que le impida cuidar de sus nietos y coser, una de sus grandes pasiones.

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Elvira emigró a Perú al superar la enfermedad. Hoy, a sus 50 años, agradece estar viva, luego de ver cómo sucumbieron muchos otros pacientes que asistían al hospital con casos parecidos al suyo. También siente gratitud, ya que puede valerse por ella misma y caminar. Algunos médicos habían asomado la posibilidad de que quedaría en silla de ruedas.

“Recuerda que te amo”

Elvira destaca que el apoyo de su familia fue fundamental en este proceso. “Mi esposo siempre me decía al entrar al quirófano: recuerda que te amo y que te estoy esperando”. La menor de sus tres hijos siempre sostuvo su mano, a pesar de que apenas estaba terminando el bachillerato: la esperaba al salir del hospital, al concluir las operaciones y la cuidaba mientras se recuperaba.

También fueron cruciales sus nietos, ya que empezaron a nacer a los pocos meses de sus cirugías. “Era como si Dios me estuviera regalando una alegría por superar ese gran desafío”.

Elvira no oculta que durante los años que padeció cáncer hubo momentos en los cuales cayó en depresión. El cáncer había cambiado su vida desde antes de anidarse en su cuerpo, ya que su abuela, la mujer que la crío, murió de esa enfermedad. Cada vez que lo recordaba, aumentaba su angustia. “No sentía que tuviera las fuerzas de mi abuela”, agrega.

En medio de ese mar tenebroso encontró en la fe las herramientas para salir adelante, con el apoyo de su familia. “Hay que enfrentar esta travesía con valor y entereza, reuniendo todas las fuerzas que se tengan para sobrevivir. Cuando estás parado sobre el pantano, cuando sientes que te hundes, necesitas todo el valor que puedas”. Este es el mensaje que le quiere dejar a quienes inician el proceso y tratamiento por el cáncer.

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