Un minuto de silencio por los náufragos de Güiria. Así comenzó esta peculiar presentación.
Un bambú resuena sobre una de las platabandas de Petare, el barrio más grande de Latinoamérica. El “chiqui-chiqui” de unas maracas lo acompaña. 66 personas miran desde sus ventanas, en su mayoría, niños de entre 3 y 9 años de edad.
5, 4, 3, 2, 1… sube el telón imaginario. Lily y Quinto están en escena, dos madres solteras, mayores de 35 años, que además de compartir las mismas circunstancias, también tienen un oficio en común: venden suspiros, coquitos, catalinas y galletas de arroz.
Sus utensilios de trabajo parecen ser los protagonistas de la presentación. Ambas baten y baten, quieren lograr que esas claras de huevos y esa azúcar se transforme en un merengue a punto de nieve. El objetivo se vislumbra lejano, pero la constancia sigue intacta.
El acompañamiento musical de la obra de teatro que se presenta está a cargo de Ruth y Johan, de la agrupación Curipaya, quienes con su quitiplás y su tambor de folia, amenizan la tarde de este 17 de diciembre. Cuando los rayos del sol comienzan a ocultarse, más vecinos se van uniendo a la velada. Se ven caras alegres y se escucha el cuchicheo.
Te la cuento yo nació en las entrañas de Artigas, un sector al suroeste de Caracas. Este proyecto de periodismo performático, ideado por El Pitazo, busca que los propios vecinos dramaticen sus historias, y en esta oportunidad, sirvió para demostrar cómo las experiencias de quienes habitan los sectores populares de Venezuela son parecidas, aunque no compartan la misma ubicación.
Por esta razón, se aliaron con Zona de Descarga, una iniciativa que promueve los eventos culturales desde las platabandas de Petare, para que los habitantes del sector puedan disfrutar de presentaciones artísticas sin salir de sus hogares.
Este jueves se materializó la primera pieza de microteatro de Te la cuento yo. Niño Jesús, ven a esta casa es el relato de dos de las habitantes de Artigas, que a través de terapias de psicodrama, lograron externalizar sus vivencias y aportar sus sentimientos para que la dramaturga y periodista, Yoyiana Ahumana, pudiese escribir su historia.
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Esta pieza, protagonizada por las actrices Melba González y Omaira Abinade, habla de los padecimientos de dos mujeres que están criando a sus hijos sin la figura paterna, en un país donde se ha agudizado la desigualdad entre los niveles socioeconómicos desde el comienzo de la cuarentena, de acuerdo con Cecodap.
“Y es que te somos mujeres solas, y esos padres, padritos, padres, padrotes, desgraciados irresponsables… ausencia son”, manifiesta Lily.
A lo lejos se escucha un reclamo. Desde una de las casas de José Félix Ribas, una de las madres le dice a su hijo que se acomode bien en las rejas de las ventanas, que se puede caer. El niño obedece y sigue disfrutando la función.
Del otro lado, una vecina se asoma a la ventana para colgar unas camisas que acaba de lavar y aprovecha para quedarse a ver y escuchar la obra. Más arriba, sobre el techo de una vivienda, sentaron en sillas a una decena de chiquillos y los cubrieron del sol con un toldo improvisado con sábanas.
Desde distintos ángulos, integrantes de la comunidad miran a la distancia desde sus palcos privilegiados y tratan de escuchar lo que dicen las actrices.
“Pero la cosa se puso fea para ella y para mí -continúa la actriz-. Es que muchacho no amarra hombre”, asegura Lily. Al fondo, una de las espectadoras mueve la cabeza en señal de afirmación y junto a otras vecinas repiten al unísono: “Eso sí es verdad”. Sonríen.
Los personajes de Quinto y Lily fantasean (sobre la platabanda) con sus peticiones al Niño Jesús para esta Navidad: “Agua, gas, azúcar, que mi muchacho me salga bien en la escuela para que eche pa´ lante, que no tenga que cocinar más con leña”, piden. Desde sus casas, varias de las madres acompañaron el deseo.
Esta Navidad, el Niño Jesús cumplió lo que tanto anhelaba su corazón. A su hogar llegó una caja con regalos, muchos de ellos intangibles y mucho más valiosos. En tiras de papel que iban sacando de la caja se podían leer los mensajes de los regalos: el amor, la amistad, el respeto y la paz. Por supuesto, también estaban adentro esos dos kilos de azúcar para hacer los suspiritos. El público rió a carcajadas.
Finalmente, el más esperado del día apareció. Ell Niño Jesús fue paseado y bailado por cuatro de los invitados a la presentación: Jorge Santiago, líder vecinal del barrio Unión en Artigas; la diseñadora Dinnelys Vasquéz y una pequeña de 2 años, habitante de José Félix Ribas.
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Los aplausos se hicieron sentir al son de la música. Lily y Quinto, después de tanto batir y de crear estrofas contando su historia, lograron levantar el merengue para hacer suspiros para la venta.
Este es un relato de Artigas contado en Petare. Los sueños, miedos y esperanzas del sur de Caracas se parecen a los del este. No hay distinciones, todos desean lo mismo: respeto, unión, amistad, solidaridad, compañerismo, una feliz Navidad y una mejor Venezuela.
“Nos quedamos en este país porque decidimos ser actores de la transformación de Venezuela. Nosotros decidimos quedarnos aquí y estaremos para ver cómo se reconstruye el país”, dice César Batiz, director de El Pitazo, al concluir la presentación.
Los vecinos de José Félix Ribas, desde sus viviendas, agradecen el trabajo de los morochos, Jimmy y Jaime Pérez, los fundadores de Zona de Descarga. También manifiestan su reconocimiento a la labor realizada por la dirigente comunitaria Yelitza Machado. Destacan lo bien que la pasaron durante la recreación de esta pieza de periodismo performático.
“Agradecemos todo el trabajo que se ha realizado desde que supimos que veníamos a Petare a contar la historia de Artigas. Se agradece encontrarse gente como uno, gente que sale al paso para sortear las dificultades con la misma energía”, finaliza la gerente del departamento Audiovisual de El Pitazo, Alma Ariza.
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