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domingo, 5 mayo, 2024

Preservar el medioambiente en el Ávila: una tarea que cada día suma más esfuerzos

Diferentes proyectos de la sociedad civil buscan hacer frente común para combatir los incendios, la sabanización y la deforestación que degradan los ecosistemas de la montaña

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Por Juan Díaz, del Programa de formación de nuevos periodistas

Caracas.- Instituciones académicas, antiguos guardaparques, activistas ambientales y otros grupos hacen un esfuerzo por conservar el equilibrio ecológico y frenar el deterioro de los ecosistemas del Parque Nacional El Ávila. De esta forma, buscan preservar la naturaleza de los principales riesgos que enfrenta: incendios, sabanización y deforestación.

Esta área protegida, también denominada Parque Nacional Waraira Repano, cubre un espacio de más de 85.000 hectáreas. Allí viven, aproximadamente, el 30 % de las especies de mamíferos del país, además de un tercio de las aves, según reseña el Atlas de Áreas Protegidas de Venezuela de 2009.

En atención de toda esta riqueza natural fue decretado Parque Nacional en diciembre de 1958, con la finalidad de preservarlo. No obstante, no todas las labores para ese fin corren por cuenta de los entes públicos: los ciudadanos también han generado iniciativas para salvaguardar este símbolo de la identidad caraqueña.

Técnicas amazónicas para el Ávila

Una de estas iniciativas conservacionistas es Bosque Nativo, fundada por el doctor en antropología y profesor de la Universidad Central de Venezuela, especialista en etnobotánica, Luis Felipe Gottopo. Él, junto a vecinos de Los Dos Caminos, ha introducido nuevas técnicas para la reforestación de sectores del Ávila previamente afectados por incendios forestales.

“Aplicamos técnicas de mi área de especialidad: la etno-ecología. Igualmente, nos servimos de las técnicas agrícolas de los pueblos indígenas amazónicos. Este conocimiento de los pueblos originarios de la selva Amazónica permite hacer reforestaciones que se adapten al medio ambiente y logren perdurar”, señala.

El proceso de reforestación pasaría, entonces, por rehacer las relaciones ecológicas que los incendios forestales terminan. “No es simplemente poner árboles, sino más bien construir bosques. Una cosa es sembrar árboles y otra cosa es crear relaciones que favorezcan la llegada del bosque”, puntualiza.

El Ávila cuenta con importantes cauces de agua; en la gráfica la quebrada Quintero Foto: Juan Díaz

Hasta los momentos, Gottopo y sus voluntarios han tenido un avance modesto, logrando reverdecer una hectárea de la montaña. Pese a todo, el antropólogo expresa que busca financiamiento para una investigación que acredite cómo sus esfuerzos han regenerado el ecosistema de las zonas anteriormente degradadas por las llamas y transformadas en sabanas.

La sabanización de un bosque

El problema con los incendios forestales, además de la contaminación que arrojan a la atmósfera, es que degradan los bosques y terminan por convertirlos en sabanas: áreas abiertas cubiertas por hierbas. Este fenómeno se conoce como sabanización y es el responsable de que algunas zonas del Ávila ya no tengan una cobertura vegetal tan exuberante como en otras épocas.

La Universidad Metropolitana de Caracas, desde el año 2000, tiene un proyecto destinado a combatir este desequilibrio: Proyecto Ávila. Yazenia Frontado, doctora en desarrollo sustentable y directora de Proyecto Ávila, explica que la institución académica cultiva especies de árboles para su posterior reintroducción en la montaña.

Además, la universidad organiza trabajos de reforestación anuales. La cantidad puede variar dependiendo de las condiciones climáticas del año, aclara, pero en general realizan entre cinco o tres jornadas anuales.

Frontado señala que la sabanización siempre comienza con los incendios forestales, de origen humano en su inmensa mayoría. “Estos incendios acaban por degradar los suelos y son la mayor amenaza que enfrenta el parque nacional”, dice.

Al concluir el fuego, la vegetación boscosa se ve afectada gravemente o destruida, y el espacio del bosque es inundado por otra especie de planta foránea, típica de la sabana: el Capin Melao (Melinis minutiflora).

El Capin Melao es una hierba que ocasiona problemas porque inhibe el crecimiento de otras especies vegetales y genera importantes acumulaciones de biomasa que alimentan nuevos incendios forestales.

La montaña y sus visitantes

Pero hoy es imposible imaginar el Ávila sin las personas que diariamente lo visitan, para hacer deporte o con una finalidad recreativa. Desde aquel ascenso histórico de Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland en los primeros días de 1800, remontar la montaña ha sido un desafío para cientos de excursionistas y aventureros de todas las edades.

Por lo tanto, las iniciativas ecológicas no pueden obviar el turismo. De hecho, varios grupos han integrado ambos elementos y han planteado hacer eco-turismo: turismo con conciencia ecológica para salvaguardar el medioambiente.

Giomar Córdova, guía de montaña y presidente de la Fundación Guarenas Repano, indica que lo fundamental en este tipo de actividades es respetar la capacidad de carga de los lugares donde hacen excursionismo, es decir, no hacer recorridos con un público masivo que pueda generar grandes impactos en los ecosistemas del parque.

En las excursiones que organiza con la fundación, intentan incluir la pedagogía sobre el medioambiente por el que transitan. “Tratamos de dejar una enseñanza, para que la gente pueda llevársela y luego difundirla en su círculo social íntimo”, sostiene.

En la misma línea se manifiesta Michel Quintana, guía de montaña y presidente de la empresa de turismo ecológico Eco-rutas Venezuela, para quien el turismo con consciencia ambiental consiste en “no solo es visitar un sitio y ya, sino dejarlo igual o mejor que como estaba”.

 En la gráfica, parte del vivero de Proyecto Ávila. Foto: Juan Díaz

Ambos guías de montaña reconocen que el visitante común incurre en ciertos errores que pueden afectar a la naturaleza sin percatarse, entre los que destacan los desechos sólidos que arrojan los usuarios del Waraira Repano.

Sin embargo, coinciden al expresar que la educación ambiental es la gran solución para prevenir estos problemas y mantener el equilibrio entre la naturaleza y los turistas o excursionistas. “Lo importante antes de realizar una actividad es informarse, leer y averiguar lo más posible”, concluye Córdova.

Gran parte de esa labor de enseñanza consiste en dar a conocer el Plan de Ordenamiento y Reglamentación de Uso del Parque Nacional Ávila (PORU), vigente desde 1992. En ese documento legal se establecen las actividades prohibidas, las controladas y las permitidas.

Gustavo Tarazona, guardaparques retirado, destaca que en algunas labores el personal de guardaparques también puede aceptar la colaboración de los usuarios. “Los visitantes pueden ayudar al guardaparques en distintas labores, como mantener los caminos despejados o el mantenimiento del sistema de tuberías”, dice. Tarazona, actualmente, sigue recorriendo la montaña para orientar a grupos ambientales en sus distintos senderos.

“Es evidente que las iniciativas privadas están dispuestas a colaborar para la preservación de la montaña símbolo de Caracas. El objetivo declarado de todos es salvaguardar el medioambiente y eso facilita la creación de puentes que conecten voluntades por la conservación de la naturaleza. De esa forma, dentro de 50 años, todavía tendremos un Ávila donde mirar y disfrutar un fin de semana”, finaliza Quintana.

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