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viernes, 17 mayo, 2024

Familias acuden a tomas de agua improvisadas para paliar escasez en Caracas

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Caracas.- Sin electricidad, no hay agua. El apagón nacional que se inició el jueves 7 de marzo, y que voceros del oficialismo atribuyen a un sabotaje cibernético, dejó a los caraqueños desprovistos de todos los servicios básicos.

Mientras Jorge Rodríguez habla de ataques de la derecha, Vladimir Padrino López pide paciencia para “lograr la victoria” y Nicolás Maduro invita a tener calma y cordura, los venezolanos intentan sobrevivir.

Luego de cinco días sin servicio eléctrico, los sistemas de bombeo de agua siguen apagados y Caracas se llenó de familias con tobos, botellones, jarras y cavas.


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De este a oeste, se redescubrieron tomas de agua y algunas tuberías a través de las cuales llega agua desde El Ávila, el cerro que se impone al norte de la capital.

Quienes pueden, van en carros o motos; otros, menos afortunados, caminan kilómetros para poder mantener la casa un poco limpia y cocinar.

En todas las tomas y puntos de recolección de agua, además de largas colas con gente de todas las edades, hay funcionarios de la Guardia Nacional y la Policía Nacional.

Desde la Cota Mil

La Cota Mil, que conecta Caracas desde Petare hasta La Pastora, se llenó de automóviles estacionados al borde de la vía desde este lunes 11 de marzo.

Marco Fajardo fue con sus hijos y sobrinos a buscar agua en uno de los manantiales de El Ávila.

En una camioneta tipo pick up cargaron botellones y tobos de diferentes tamaños. Eran cerca de 200 litros de agua para abastecer a una familia de siete personas; espera que puedan rendirla durante una semana. En San Martín, sector en el que vive, tienen 10 días sin el servicio. El apagón, asegura Marco, lo que hizo fue empeorar la situación que ya los aqueja a diario.

Otros no solo van a llenar envases, también aprovechan las quebradas para bañarse.

Alexander Villamizar fue con su esposa desde Simón Rodríguez, parroquia El Recreo, para almacenar agua en unas botellas y asearse.

Llevaron jabón y un poco de champú. Aunque cocinar e hidratarse le parece lo más importante, asegura que nadie aguanta más de dos días sin bañarse.


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A pesar de lo terrible que le parece la situación, agradece lo refrescante del agua que baja de la montaña.

Otro punto de toma de agua es la autopista Caracas-Guarenas a la altura del sector Araguaney.

Franklin Ocho descubrió las tuberías recorriendo la ciudad. En la Cota Mil le pareció que había mucha gente, así que no se detuvo.

Llegó desde la parroquia Candelaria y debía llenar dos botellones de 20 litros cada uno para tomar y tres para limpiar el baño. En su zona vive el racionamiento de agua durante tres días a la semana, pero desde que comenzó el apagón, no ha habido nada de agua.

En el Parque del Este

En el Parque Generalísimo Francisco de Miranda, conocido como Parque del Este, se reflejaba la dualidad de la autoridad versus la ciudadanía: mientras funcionarios del Instituto Nacional de Parques (Inparques) y guardias nacionales bromeaban y tomaban café, decenas de personas, jóvenes y adultos, esperaban para cargar agua.

Pina Russo y Rebeca Rodríguez, vecinas de La Carlota, llegaron a las 7:00 am y a las 11:00 am aún tenían una veintena de personas por delante en la cola.

20 litros, que es lo que pueden cargar hasta sus casas, les alcanzan para medio día, por lo que suponen que deberán volver cada día hasta que los servicios se normalicen.

“Esto es muy grave, nos tiene muy mal”, se lamenta. Allí, la dotación de agua dependía de Hidrocapital.

Llenado en El Valle

También en El Valle, en la calle Cajigal, Hidrocapital ofrecía un servicio de llenado.

Antes del apagón tenía agua durante algunas horas todas las semanas, pero desde el jueves ha tenido que conseguirla en la calle.

Admite que no se ha bañado desde antes del fin de semana, porque todo lo que recogen es para cocinar y limpiar. Cuando se le pregunta cómo hace para asearse, responde: “Hay que aguantarse, tú sabes, te lavas la cara y te cepillas. ¿Qué se hace?”.

Hacia el oeste

Hacia el oeste, a lo largo de los túneles La Planicie y El Valle, se acumulaba la gente con tobos. Marisol estaba con su esposo dentro de uno de los túneles de La Planicie.

Esperaban cargar 20 litros y luego debían caminar cuatro kilómetros hasta la parroquia 23 de Enero. Supo de esos tubos gracias a sus vecinos; los veía pasar con tobos y les preguntó.

Aunque el servicio nunca ha sido regular, cuenta que nunca había vivido algo así.

José Jiménez también cargaba agua en esos túneles. Estar ahí le hace sentir que retrocedió: “Nunca me imaginé estar cargando agua así, nunca en mi vida”.

Camina tres kilómetros desde el barrio Los Eucaliptos para tener agua en casa. “Nos bañamos dentro de una ponchera, con un poquito de agua, y luego con esa agua bajamos la poceta. Así es que la rendimos”, explica.

Al borde de uno de los túneles de El Valle, Rodolfo Chacón, de la parroquia Santa Rosalía, recogía agua.

En el sector no cuentan con el servicio desde hace más de un mes, pero su tanque le permite abastecerse durante 20 días más o menos Las últimas semanas, sin embargo, las pasó gracias al agua que le regalaban algunos vecinos.

45 litros le duran medio día, estima, porque en su casa deben cocinar, limpiar y bañarse. Para tomar, prefieren comprar.

Pagar versus protestar por el agua

En San Martín, pagar por el agua no los exime de hacer cola durante horas.

Laura Betancourt comenzó a hacer fila afuera de un establecimiento de venta de agua a las 8;00 am, y cerca de 3:00 pm había no menos de 50 personas delante de ella.

Cuando llegó a la cola estaban vendiendo cinco botellones por persona; luego de mediodía, bajaron a tres. Cada uno tenía un costo de 500 bolívares.

El punto de venta funcionaba, pero muy lento, por eso Laura no avanzaba.

En Los Flores de Catia, en la parroquia Sucre, María Rodríguez y Tamara de Cabeza nunca habían hecho cola por agua.

“Me quitaron la vida, esto es increíble”, se queja María.

“Es que ya uno ni toma agua, ya no te puedes tomar un vaso completo, tomas un poquito, así”, le responde Tamara y muestra tres dedos para indicar la cantidad de agua que se permite tomar cuando tiene sed.

A las 8:00 am de este martes 12 de marzo esperaban a que el local abriera. Ni Tamara ni María sabían el precio de la recarga.

De la desesperación a la ira

La falta de agua no solo genera desesperación, también despierta la ira de muchos. El lunes 11 de marzo, dos protestas terminaron con la dotación de camiones cisternas.

En San Agustín, cerca del mediodía, vecinos de los barrios La Charneca, Marín y Cerro El Alba, y de los conjuntos residenciales de Hornos de Cal y Jardín Botánico, trancaron la autopista Francisco Fajardo para exigir el restablecimiento del servicio.

Frente a la queja, encargados de los consejos comunales prometieron camiones cisternas para abastecer a la comunidad.

Luego de más de dos horas de manifestación, llegaron dos camiones de 5.000 y 10.000 litros, pero los lugareños se negaron a abandonar la protesta hasta que les garantizaran por lo menos cuatro cisternas más.

Cuando aceptaron dejar pasar el agua, comenzaron los conflictos por los lugares de la cola.

María Contreras estuvo a punto de golpear a una vecina, pero aseguró que se controló porque no quiere perder su paz: “Tengo mucho tiempo controlando mi ira gracias al evangelio como para perder la calma por alguien que ni conozco”.

Funcionarios de la PNB debieron mediar entre los vecinos y crear un piquete entre el camión y la gente amontonada.

Pasaban de uno en uno. Una mujer hizo la cola dos veces y los policías le negaron el paso. Según ellos, no podía hacer eso. La mujer comenzó a llorar y a gritar: “¿Hasta cuándo esta mierda? Estoy cansada, quiero tener agua”.

A tres cuadras de Miraflores

En la avenida Sucre, a tres cuadras del Palacio de Miraflores, los habitantes del sector trancaron la vía.

Luego de dos horas, la guardia comenzó a custodiar un camión cisterna de 10.000 litros. María Ochoa hacía la cola, tenía una hora ahí y calculaba cerca de 50 personas delante de ella.

Estaba contenta de que la protesta tuviera efecto, pero lamentó que hayan tenido que recurrir a eso para tener un servicio básico. La cola de gente se extendía por una cuadra completa.

Las declaraciones de los voceros del Gobierno no son alentadoras.

El lunes, Érika Farías, alcaldesa del municipio Libertador, informó: «Una vez que se restituya el sistema eléctrico van a transcurrir entre ocho y 10 horas para que el agua llegue al valle de Caracas. Pero dependiendo del lugar, puede tardar 24 horas o incluso días”.

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