El periodista colombiano presentó Padre Nuestro: un viaje a la paz interior, un libro que presenta un acercamiento distinto e innovador a la oración católica por excelencia, donde el autor se despoja de prejuicios y extremismos para presentar una enseñanza atemporal, sin distingos de raza o religión

Quien piense que los libros de autoayuda son escritos para alimentar a la industria del coaching  o el mindfulness debe revisar de nuevo su tren de pensamiento por una razón fundamental: el libro contiene una herramienta, pero es su lector quien decide utilizarla o no. Es como decir que un destornillador de paleta es inútil, porque no puede remover un tornillo de estría.

El libro que propone Luis Cañón, periodista colombiano de extensa trayectoria, es precisamente eso: una caja de herramientas que se desprenden de la oración universal por excelencia: el Padre Nuestro. “Es un cofre de tesoros útiles que vamos a descubrir como quien abre una ventana cerrada por largos ciclos”, advierte en su prólogo. Esta caja de herramientas ya está disponible en Amazon.

Cañón, bogotano de nacimiento, es egresado de la Universidad de La Sabana, y comenzó escribiendo en el diario El Impulso de Barquisimeto, en Venezuela. Posteriormente, regresó a Colombia y comenzó a trabajar en El Tiempo, donde permaneció por más de una década. También asesoró, durante más de una década, al Diario Panorama de Zulia.

Fue editor general del diario El País de Cali, y autor de cuatro libros de investigación: Los barones de la cocaína (1990), El padrón, vida y muerte de Pablo Escobar (1994), Peregrinos del Sida (1996) y La crisis, cuatro años a bordo del gobierno Samper (1998).

Un bogotano en Maracaibo

Luis Cañón llegó al diario Panorama en el año 2000 y permaneció allí hasta el año 2012, en “la década más intensa de la política nacional», como describe Marinés Delgado, quien fuera directora editorial del periódico marabino hasta diciembre de 2019.

Cañón se mantuvo por 12 años en un constante ir y venir entre Colombia y Venezuela, viajando cada tres meses y permaneciendo en Maracaibo durante unas dos o tres semanas. “Siempre que llegaba, pasaba algo. Había un accidente, o un golpe, o se caía un avión”, recuerda Marinés. 

Y es que, cuando el Vuelo 708 de West Caribbean se estrelló en la Sierra de Perijá, la madrugada del 16 de agosto de 2005, Cañón estaba en la redacción y pidió al equipo del periódico sumar a la cobertura los rostros de los 152 pasajeros y los ocho tripulantes que perdieron la vida en el accidente. En las memorias de Delgado sobre esta cobertura en particular, aparece Cañón buscando con su equipo los rostros de los fallecidos, además de su información para elaborar un pequeño perfil.

Como editor, Cañón se destacaba, en palabras de Marinés, por “exigirnos lo que considerábamos imposible para lograrlo. Sus varas eran muy altas”. Pero, bajo su influjo, los periodistas solían lograr lo que él les pedía (como lograr una entrevista con Raúl Castro al asumir la presidencia interina de Cuba, por ejemplo). “Cuando la meta se lograba, podíamos darnos cuenta de que los límites están realmente en nuestra cabeza”, reflexiona Delgado.

Cuando Cañón presentó Padre Nuestro: un viaje a la paz interior, un libro que de alguna manera “rompe” con su tradición como periodista de investigación, Marinés se impresionó, pero no le extrañó. “Es una manera de enseñarles a sus lectores que en todo hay que encontrar felicidad y sentido. Que la vida es un constante proceso de aprendizaje, de la misma manera que él nos enseñó en la redacción. Las filas del periodismo latinoamericano contaron siempre con uno que, además, es filósofo”, reflexiona.

Amigo personal de figuras como Ingrid Betacourt o Piedad Córdoba, pieza clave en la cobertura de las narcoguerrillas en Colombia y autor de la primera biografía pública sobre “El patrón” Pablo Escobar, Luis Cañón no habla de su transición como una revolución en su vida. Lo relata como un hecho sencillo, como quien decide tomar agua cuando su boca se lo pide.

–¿Cómo fue su primer acercamiento al Padre Nuestro, tal y como lo conocemos?

–Pues de niño, como todos nosotros. Crecí en un país, en una cultura y una familia católica. Tiempo después me di cuenta de que el Padre Nuestro, más allá de la oración común y universal que todos conocemos, es una oración sin nociones de culpa, castigo, juicio, destino final o pecado. No tiene nada de esa estructura que el humano ha inventado y puesto en Dios.

Jesús de Nazaret, como ser humano, fue un hombre de mente muy poderosa, tanto que logró transformarse y experimentarse totalmente como uno con Dios. No es gratuito que haya hecho una oración tan bella, universal e inspiradora.

–En Bogotá es conocido por su trabajo como periodista de investigación. ¿En qué momento descubrió el poder de la oración y lo incorporó a su vida diaria?

–Digamos que me gustaba el periodismo, el vértigo en la redacción, cerrarla…y también me gustaba la vida de hogar con mi esposa, el deporte y leer, no solo por mi oficio sino porque siempre he tenido vocación para hacerlo. Pero siempre he tenido la sensación de que me faltaba algo, de que había algo más. Gracias a lecturas de Carl Jung, del libro Así habló Zaratustra de Federico Nietzsche, y otras, adquirí experiencias que me fueron llevando por ese camino

-¿Alguna en particular que le haya marcado?

–Carlos Castañeda fue un antropólogo peruano que, a principios de los años sesenta y haciendo su tesis de grado en la Universidad de California, viajó al norte de México para estudiar el uso que hacían las etnias indígenas de las plantas psicotrópicas. 

Fue ahí donde conoció a un anciano que, más allá de explicarle el valor de las plantas dentro de su cultura, le habló del espíritu y de la libertad interior que es la única libertad posible. Leí eso y me atrajo también mucho el budismo. Continuaba trabajando como periodista y tenía ese acercamiento espiritual. Después me fui a vivir a Europa y me acerqué más a la meditación, a la práctica espiritual. Empecé con Curso de milagros, y se fue dando toda una transformación. 


El sufrimiento es algo que ocurre todos los días, en todo el mundo, y mientras el humano no encuentre una experiencia de transformación interior, el mundo no va a cambiar


–¿Qué se puede aprender en un Curso de milagros?

–El Curso de milagros es una experiencia de transformación interior dedicada a la práctica espiritual que es, en verdad, un ejercicio mental, un entrenamiento para sanarte, para alcanzar un estado de paz y entender que el único momento para estar en paz es este momento porque no hay otro momento. Te enseña a silenciar su mente para encontrar otra verdad. Jesús, por ejemplo, se iba al desierto, a la montaña o al lago para aquietarse antes de impartir esas enseñanzas tan sabias.

–¿Le hubiese gustado entrevistar a Jesús?

–Pensaría que uno lo puede entrevistar todos los días leyendo los evangelios, o practicando el Curso de milagros, que estoy convencido que vino de él. ¿Qué pregunta le haría usted a Jesús?

–A Jesús le preguntaría cómo, sabiendo el destino que le esperaba, logró mantenerse tan firme y sereno

–Creo por la enseñanza de Jesús, él diría: “no te resistas”. No le dio valor a ese castigo, aunque fuera tan fuerte. Él no dejó que en su mente se empoderara ninguna idea de odio, de violencia. Demostró que más que un cuerpo, él era un espíritu. Lo que fue en apariencia doloroso, para él no lo fue así. La crueldad que padeció Jesús no es extraordinaria, no es nueva. El sufrimiento es algo que ocurre todos los días, en todo el mundo, y mientras el humano no encuentre una experiencia de transformación interior, el mundo no va a cambiar.


El Padre Nuestro no es un catálogo moral, es una invitación a tener una experiencia de vida en Dios


–¿Cómo el Padre Nuestro podría cambiar esa situación?

–Padre Nuestro es una invitación a esa experiencia de transformación, y es lo que muestro en mi libro. Por ejemplo, la frase “venga a nosotros tu reino”, ¿a qué se refiere? Al reino de la paz, del amor y la dicha, que es interior. “Danos hoy nuestro pan de cada día”, ¿qué es? La liberación del tiempo, entender que la auténtica libertad es interior. El ser humano cree que hay un futuro…y la verdad es que solo contamos con este momento. El Padre Nuestro no es un catálogo moral, es una invitación a tener una experiencia de vida en Dios.

–¿Cómo se le explica a una persona privada de libertad que sigue siendo libre?

–Nelson Mandela nos enseñó a no almacenar rencores. Lo apostó todo al derecho de igualdad, desnudando las injusticias que sufrían las mayorías sudafricanas y eso lo llevó a la cárcel durante 27 años. Mandela dijo en una oportunidad: “Cuando salía por la puerta que me llevaría a la libertad, sabía que si no dejaba atrás mis resentimientos y mis odios, jamás sería libre”. Es la libertad interior de comprender que tengo que perdonar esa idea tan dolorosa en mi mente porque si no, seguiré siendo prisionero de por vida.

Ingrid Betancourt pasó seis años y cinco meses secuestrada. Los carceleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) la mantenían encadenada a un árbol. Escupían sobre su comida. La obligaban a orinar a la vista de hombres. Tuvo que usar retazos de su propia ropa cuando le llegaba el período y constantemente amenazaban con ejecutarla, o manosearla. Fue privada durante años de la convivencia con su pareja, sus hijos, su hogar, su cama caliente, el cine, o de viajar. Perdonó a sus captores, y eso requiere mucha fuerza interior.

La lección del preso es la misma de Jesús: toca aferrarse al espíritu. Si perdonó Ingrid Betancourt semejante cadena de atropellos, de abusos, de brutalidad, ¿cómo no la voy a perdonar yo, si ella me enseña?

–¿Aplicaría el perdón ante la idea de perdonar a la guerrilla y aceptar que se integre a la vida social y política de Colombia?

–En el referendo voté por el . Sentí una profunda emoción cuando vi todos esos camiones con miles de guerrilleros rumbo a entregar las armas y concentrarse. Iban en camiones, en canoas, por los ríos. Están enfrentando un tipo de justicia y deben hacer las reparaciones que les corresponda hacer.

Pero todo juicio contra el otro lo desarmo si me pongo en los zapatos del otro. Esos son muchachos hijos de la miseria, que encontraban en la guerrilla una posibilidad. Entonces eran una consecuencia, no una causa. No tenían otro mundo al frente. Claro, estoy de acuerdo con el acuerdo de paz porque es la única salida que tiene este país. Lamentablemente eso se desvirtuó, y cada vez se ha perdido más espacio. El hombre debe encontrar caminos de reconciliación.

–¿Y al proceso de reconciliación en Venezuela?

–Para hablar de reconciliación tiene que haber un cambio en el corazón del hombre. El afán de poder es lo que lo enferma y eso lo tenemos todos adentro; todos lo queremos ejercer en nuestra pequeña parcela. Otros tienen un espacio más amplio, obviamente. Pero es necesario que cada uno de nosotros pensemos en nuestro propio proceso y, tarde o temprano, esa fuerza interior se va a revertir. Venezuela es un gran país, una gente con una profunda capacidad para sobreponerse a la adversidad que la atraviesa.


La libertad auténtica es interior, es no depender de nadie en este plano porque tienes una dependencia mayor, que es vertical a otra realidad


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