Los apagones y planes de racionamiento energético ocurridos entre 2016 y el año en curso han ocasionado la parálisis el 80% de las industrias relacionadas a la economía cultural. Más allá del blackout de marzo de 2019, la falla general de los servicios ha afectado al sector, pero el público se aferra a las pocas alternativas culturales existentes

#APAGÓN2019 UN AÑO OSCURO

Quien escribe estas líneas se encontraba en el ensayo de prensa del Festival de Jóvenes Directores el 7 de marzo de 2019. Se presentaba “La máxima felicidad”, obra original de Isaac Chocrón cuyo remontaje contó con las actuaciones de Gonzalo Velutini, María Jaimes y John Vincent. Después de 15 minutos de comenzar la función hubo un blackout, palabra que los técnicos le robaron al inglés para decir “apagón”.

Inmediatamente los periodistas lo atribuimos a un error técnico. Y lo era en cierto modo, solo que en aquel momento pensábamos que había sido cometido por los encargados de las luces de la obra. El ensayo quedó suspendido y los asistentes, sin señal y desorientados, pensaban que era una falla que afectaba solo a la cuadra de Paseo Las Mercedes. Posteriormente se supo que todo el sector estaba a oscuras. Finalmente la realidad del apagón general se haría evidente como en todo el país y en cada centro cultural.

Moral sin luces

“Nosotros nunca salimos del apagón”, afirma el profesor Carlos Enrique Guzmán Cárdenas, quien forma parte del Instituto de Investigaciones para la Comunicación (Ininco) en la Universidad Central de Venezuela, y explica que la falla eléctrica nacional no fue más que la demostración extrema de cómo la precariedad de los servicios ha afectado no solo la vida cultural de los venezolanos, sino la cadena de producción en la economía cultural.

Ininco realizó una proyección con datos tomados de la consultora Ecoanalítica, que estimó en su momento que el colapso eléctrico generó pérdidas por aproximadamente 875.000 millones de dólares. Tomando esta cifra y evaluando las pérdidas económicas en librerías, salas de cine, teatros, galerías y restaurantes en todo el país, el instituto estima que entre el jueves 7 y el lunes 11 de marzo de 2019, en el sector cultural-creativo se generaron pérdidas por casi 7 millones de dólares.

En esta proyección no están incluidos eventos aislados que, aunque están relacionados, no fueron causados por el apagón. Es el caso de Trasnocho Cultural, que después del siniestro continuó otros 11 días sin energía eléctrica a causa de la explosión de una tanquilla eléctrica en Prados del Este, que dejó sin luz a varios sectores de la urbanización, incluido el centro cultural.


DURANTE EL APAGÓN, EN EL SECTOR CULTURAL-CREATIVO SE GENERARON PÉRDIDAS POR CASI 7 MILLONES DE DÓLARES


Racionamiento eléctrico para la cultura

Sin embargo, decir que el apagón del año pasado dio inicio al deterioro de los servicios públicos culturales es inexacto. Tomemos, como referencia, el caso de las salas de cine.

Bernardo Rotundo, director del Circuito Gran Cine, explica que entre los años 2013 y 2015, a las salas de cine asistió un promedio de 30 millones de espectadores, que pueden traducirse en 30 millones de entradas vendidas.

En 2016 y con Nicolás Maduro en el poder, se aplicaron medidas coadyuvantes al deterioro de los servicios eléctricos (que ya existía en 2010, cuando Hugo Chávez decretó emergencia eléctrica y anunció un plan de racionamiento).

Entre esas medidas estaba incluido el cierre parcial de los centros comerciales, la reducción de la jornada laboral, la suspensión de actividades laborales y educativas y racionamientos en varias zonas del país.

Estas medidas causaron que el promedio de espectadores de cine en Venezuela disminuyera hasta los 11 millones de espectadores, que fue el número con el que las salas de cine despidieron el 2019.

Las consecuencias

Previo al apagón, Ininco estima que al menos 1.000 empresas culturales o relacionadas con el sector se han ido del país, y que al menos el 80% de las industrias que restan están parcialmente paralizadas. El 60% de las actividades comerciales relacionadas con la cultura también se hallan en el mismo estado.

En el estudio “La dinámica de la cultura en Venezuela y su contribución al PIB”, publicado en el mes de marzo del año 2005, se especifica que la cultura aportaba 1,5% a la economía de Venezuela. Hoy día, Guzmán Cárdenas estima que el aporte alcanza a duras penas el 0,5%.

Una fuente vinculada al informe Plan País del sector cultural, realizado a petición del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, especifica que la actividad cultural nacional se ha visto “afectada, disminuida y amenazada” por el colapso del suministro eléctrico y otros servicios básicos. El informe también cita la inseguridad y la inflación como las principales causas por las que ha disminuido el público en salas de teatro y cine, por ejemplo.


EL RACIONAMIENTO ELÉCTRICO QUE COMENZÓ A APLICARSE EN 2016 OCASIONÓ QUE EL PROMEDIO DE ESPECTADORES DE CINE EN VENEZUELA DISMINUYERA DE 30 MILLONES EN 2015 A 11 MILLONES EN 2019


No es un caso absoluto, por supuesto. Las galerías privadas, por ejemplo, han encontrado mantenerse a flote y recurrir a medidas alternas. Tal es el caso de D’Museo, ubicada en el Centro de Arte Los Galpones y conducida desde hace más de 30 años por los curadores Nicomedes Febres y Ana Pina, quien explica que las fallas no han afectado en gran medida el funcionamiento del local.

Sí lo afectó, en cambio, factores como la inseguridad y la precariedad del transporte público. Si bien en un principio el horario de cierre era a las 6:30 pm, desde hace más de dos años decidieron subir el horario media hora antes para que los trabajadores puedan llegar a sus hogares sin contratiempos.

Los coleccionistas y compradores de arte mantienen oxigenado un mercado contraído por la crisis económica, pero en el cual es posible encontrar cualquier variedad de precios.

En este mercado, las obras varían de rango. Un coleccionista que prefiere mantenerse en el anonimato explica que las obras de carácter artesanal o experimental, por ejemplo, pueden conseguirse en el orden de los 100 o los 500 dólares americanos. Si se trata de un artista emergente, el costo podría variar entre los $500 y los $2.000.

Los artistas del momento o con una trayectoria conocida pueden ostentar un poco más y fijar el precio de su obra entre los $2.000 y los $7.000. El costo aumenta si su trabajo ha sido reconocido en el exterior, con sumas que varían entre los $5.000 y los $30.000. Por último, las obras icónicas de artistas famosos pueden partir desde los $30.000 y aterrizar en un monto infinitamente superior. Una pintura de Armando Reverón, explica el comprador, puede tener un costo de $180.000

Dependiendo de las ventas y del poder adquisitivo de los compradores, las galerías pueden cubrir gastos operativos e invertir en bienes como tanques de agua, como es el caso de D’Museo, que ha sido afectado por el racionamiento de agua en la zona.


EN 2005, LA CULTURA APORTABA 1,5% DEL PIB, HOY EL PORCENTAJE NO SE ACERCA AL 0,5%


La dupla conformada por inseguridad y crisis eléctrica también afectó al sector musical. Si el espectador es detallista podrá haber notado, por ejemplo, que las famosas “Noches de Guataca” ahora tienen lugar en horas de la mañana.

El Centro Cultural BOD, cuya sala de conciertos es la más codiciada tanto por personalidades del stand up como de músicos veteranos, tampoco escapa a la crisis energética. Yubirí Arráiz, gerente de programación del centro cultural, recuerda que el apagón causó, por ejemplo, la obvia cancelación de algunas funciones y eventos. También explicó que el centro, dadas sus dimensiones, posee espacios abiertos en los cuales fue posible realizar algunas obras de teatro y conciertos al aire libre.

En un país inseguro y de servicios públicos tan precarios como fluctuantes, no sería extraño que las fuentes de ocio, entretenimiento y bellas artes sucumbieran de manera definitiva. Pero no lo hacen, y he aquí la pregunta: ¿qué los mantiene a flote? ¿con qué fuerza evitan descalabrarse? Y la respuesta es sencilla: el público.

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