En el río Orinoco, la pesca es un saber que peligra por los cambios en el clima, la presencia de grupos armados y el extractivismo, pero no porque se deje de practicar. En tiempos modernos y con una crisis como la que se vive en Venezuela, los habitantes del estado Amazonas tienen mucho que agradecer a este saber que les ha permitido saciar el hambre: la Madre Tierra y, en este caso, el Río Padre siguen siendo bondadosos

Mariano Yarumare es un abuelo de 72 años que regresó a la pesca después de jubilarse. Miguel y Josué Sandalio son padre e hijo y comparten el saber. Diraima Álvarez es la madre de Josué y la mujer que acompaña a la familia en esas labores. Aunque provienen de San Carlos de Río Negro, hoy habitan el barrio Cataniapo, sector El Calvario, en Puerto Ayacucho, a 421 kilómetros de distancia. Allí, con guarales, perchas y cacure –sus instrumentos de trabajo–, preservan la tradición de la pesca artesanal y se aseguran de mantenerla con vida, de generación en generación. 

Como ellos, otras tantas familias del barrio, tratan de mantener algunas costumbres y prácticas como la pesca, la siembra de plantas y, más recientemente, la revitalización del idioma baré, nombre homónimo del pueblo originario al que pertenece la mayoría.

Antes del año 2017, fecha en la que la crisis económica del país se intensificó, con un reporte del Banco Central de Venezuela de inflación anual de 862,6 %, la mayoría de los pobladores de Puerto Ayacucho, capital del estado, se dedicaba a trabajar en la administración pública o en un comercio próspero. Entonces, muchos habían dejado a un lado la práctica de la pesca, saber de los pueblos indígenas de la región, especialmente del Baré. Pero al intensificarse la escasez de comida y medicinas, y al pulverizarse los ingresos económicos, algunos se abocaron a rescatar lo que en sus familias les habían enseñado. “El pescado ha salvado a Puerto Ayacucho”, subraya Miguel Sandalio, uno de los pescadores del Amazonas venezolano y que protagoniza esta historia. 

La vuelta a la pesca artesanal ha sido una manera simbólica de honrar a esas comunidades que quedaron atrás cuando se mudaron a la capital del estado Amazonas en busca de progreso. En los recuerdos de las voces de sus abuelos, tíos y padres yacía el secreto que hoy les sirve de sustento a muchas familias de la región, en un tiempo en el que el salario mínimo apenas alcanza los 130 bolívares, un poco más de 4 dólares.

Mariano Yarumare comenta que aunque muchos en Puerto Ayacucho se dedican a la pesca con herramientas grandes como la malla de chinchorro, él continúa haciéndolo de manera artesanal, tal como se lo enseñaron sus ancestros. “Nosotros pescamos en curiara pequeña, no en bongo grande a motor; la mayor parte es para beneficio de la casa, nada más para el consumo de nosotros”, señaló. 

Seguridad en la pesca

El jefe de la Capitanía de Puerto del Instituto Nacional de Espacios Acuáticos (Inea) en el estado Amazonas, Freddy Pacheco, enfatizó que las aguas no tienen dueño y que el Orinoco y las tierras del sur de Venezuela son del Estado, aunque aclaró que respetan la cultura de los pueblos originarios. “Los indígenas son dueños del territorio ancestral para el uso. Se respeta la cultura y su espacio, pero los ríos son navegables para todos, el control lo tiene el Estado venezolano”, recalcó. 

En ese sentido, detalló que la labor del Inea es la de inspeccionar que las embarcaciones tengan sus permisos de zarpe para bongos grandes, así como concienciar a las comunidades para que sigan realizando sus labores con seguridad. Sin embargo, revela que en la mayoría de los casos, los indígenas salen a pescar sin chaleco salvavidas y algunos practican la pesca nocturna, algo que está prohibido por la Capitanía en función de resguardar la vida de los pescadores. 


Los indígenas son dueños del territorio ancestral para el uso. Se respeta la cultura y su espacio, pero los ríos son navegables para todos, el control lo tiene el Estado venezolano

Freddy Pacheco, jefe de la Capitanía de Puerto del Instituto Nacional de Espacios Acuáticos (Inea) en Amazonas

Añadió que es una norma salir a pescar con otra persona. “Esa es la recomendación del Inea, bien sea porque si ocurre un accidente, pueda ayudar o avisar del daño y activar el servicio de búsqueda y salvamento”. 

Sobre este consejo de la compañía, bien lo señaló Diraima Álvarez, la esposa de Miguel Sandalio, quien también va al Orinoco para acompañarlo en su faena. “Yo lo he acompañado (…) Ayudarlo más que todo a jalar la curiara, porque para revisar percha necesita un compañero que le jale”. Diraima cuenta que en la jornada hay varias islas en el río que son correntosas: “a veces uno tiene que cruzar el Orinoco y se pesca del lado de Colombia, entonces uno tiene que pasar toda la corriente”. 

Estos son parte de los peligros a los que se exponen los pescadores en su faena, así como también a transitar por una zona donde hay presencia de grupos armados y de delincuentes. Sobre este escenario, y otras particularidades del quehacer narra el cuento “Pescadores de estrellas”, el cual acompaña la pieza sonora en una versión dramatizada creada para este especial periodístico por el nicho lingüístico Baré Nupjani Wáyeni (Mi casa alegre), Con esta historia, niñas y niños aprenden los secretos de la pesca artesanal. 

El río ya no es como antes

Como dicen los personajes del cuento “Pescadores de estrellas”, alrededor del río Padre, que es como se le conoce al Orinoco, también existen peligros a los que se exponen los indígenas en la práctica de su oficio ancestral. La extracción minera y los cambios en el clima son otros de los riesgos que amenazan este tipo de pesca en el estado Amazonas. Los indígenas, como Mariano Yarumare y Miguel Sandalio, solo reconocen que el río no es como antes y que la abundancia de peces en el Orinoco tampoco. 

“La ribazón (gran afluencia de peces) sí ha cambiado un poco, porque anteriormente había peces en abundancia, hoy en día hay muy poco. Yo digo que por el cambio del ambiente. Anteriormente, en tiempo de ribazón eso era una felicidad para todos. Pero ahora no, ahorita no se arrima más, a veces va uno en la mañana y mientras no se consigue, hay que ir a la noche porque tiene que traer algo para la casa. Ahorita ese río ni crece como antes, a veces crecía grande, que la marca se veía en la piedra, ahora como que el agua se va secando ”, destacó Yarumare. 


La ribazón (gran afluencia de peces) sí ha cambiado un poco, porque anteriormente había peces en abundancia, hoy en día hay muy poco

Mariano Yumare

Sandalio también recalcó que “para lo queda más arriba, por el río Atabapo sí he visto que ha cambiado, porque por ahí está cerca la mina. He visto que ya el pescado no abunda como antes, es escaso por el pescado por allá. Y yo creo que es malo lo que están haciendo, ellos mismos se están perjudicando ahí en su sector. Eso está dañando el ambiente”.

Pescar en familia 

Este relato sonoro recoge las voces de los “pescadores de estrellas”. En una coral compuesta por hombres, mujeres y niños, acompañada por el constante correr del río, se narran el quehacer, los riesgos, los cambios de las corrientes y el clima; en sus voces vibra la esperanza de mantener un oficio y reconocer los beneficios que este le ha traído a toda su comunidad.

En las voces de Mariano, Miguel, Diraima y Josué vibra la esperanza de mantener un oficio y reconocer los beneficios que este le ha traído a toda su comunidad. Sin la pesca, gran parte de los habitantes de Puerto Ayacucho no tendrían cómo alimentarse. El Orinoco sigue siendo bondadoso.


La serie documental “Conuco de historias indígenas en resistencia. Un viaje sonoro por la Amazonía venezolana” nació de un proceso de cocreación de periodistas y comunicadores indígenas y no indígenas de Venezuela y Colombia, parte de la Red Tejiendo Historias. La coordinación editorial estuvo a cargo del medio independiente Agenda Propia.

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